Hace unas cuantas semanas Oier Aranzabal entrevistó a Xabier Erkizia, pero ha sido esta semana cuando he escuchado el diálogo. Me resulta difícil definir a Erkizia, pero digamos que se autodefine como cazador de sonidos. Es un investigador y activista en ese campo.
A partir de los 28 min 30 segundos del audio, tenéis el extracto que he transcrito primero y traducido posteriormente del euskera al castellano. Allá va.
Oier Aranzabal: «Xabier Erkizia tiene su propio micrófono para cada tipo de sonido en una maleta negra. Y así graba volcanes, hace grabaciones bajo tierra o rastrea el ruido de los carros de bueyes. Precisamente, tiene un documental titulado O Gemer sobre estos sonidos (de los carros), presentado en el Festival Cine de San Sebastián de 2021».
Oier Aranzabal: Voy a citar varios sonidos. Empezaremos con O Gemer. El ruido de los carros de bueyes. ¿Cómo cazó tu trampa el ruido de los carros?
Xabier Erkizia: Había una historia que me contó el abuelo. En algún momento de la Guerra Civil, siendo él todavía un crío, le adjudicaron un carro que portaba cadáveres. ¿Recuerdas la película Vacas de Medem? Pues algo parecido. Eso es lo que yo elaboré en torno a esa historia, pero él lo contaba desde y como niño, y no sé hasta qué punto es una fantasía, pero el ruido de los carros valía para el frente, y desconozco en qué frente estuvo mi abuelo, porque en Navarra no hubo. Debía de haber un sonido que propiciaba una tregua en ambos lados, porque los cadáveres no tienen bando, y entonces, cuando pasaban los carros llenos de cadáveres, ese ruido valía para que ambos bandos pararan durante un momento.
Luego, lo vi clarísimo cuando leí el Viaje a los Pirineos de Victor Hugo. Hay un capítulo que cuando Koldo Izagirre lo tradujo al euskera no le puso ese nombre (Viaje a los Pirineos), sino Idi orgaren karranka (El chirrido del carro de bueyes). Es el único título que cambia de manera atrevida. Y alguna vez que he hablado con Koldo al respecto me dijo jakina! (por supuesto).
En ese cuaderno, ese capítulo es totalmente distinto. El resto es una crónica de viaje, una crónica escrita en el estilo de la época. Creo que Victor Hugo es consciente de que esa crónica va a ser leída y que los cronistas que vengan por detrás la tendrán en cuenta.
El diario cuenta todo el viaje: Burdeos, Baiona… Y, de repente, al pasar la frontera, no describe el paisaje ni nada por el estilo, únicamente el ruido que hace un boyero con el carro, y cómo sus acompañantes de la diligencia se tapan los oídos. Victor Hugo tuvo una especie de Stendhal schock. Luego supe que su padre era militar, y que en su infancia estuvo por San Sebastián. Entonces escuchó por vez primera aquel ruido y, al escucharlo de nuevo 40 años después, fue como un golpe para él.
En ese texto buscaba crónicas sonoras, grabaciones de épocas en las que no había grabadoras. Los escritores románticos gastan un buen número de palabras para describir el sonido: era una manera de describir los lugares. Cuando llega la radio, cuando llega el cine, ese ya no es cometido de la literatura y se centra en la acción, convirtiéndose la novela en el género principal. Ahora vuelve la descripción, pero hubo una época en la que quedó al margen.
Fue en este sentido que entendí a Victor Hugo como activista sonoro.
Luego se me han complicado muchas cosas: he ido a un sitio, buscado y encontrado a una persona, he pasado una semana en su casa y, finalmente, el carro no hacía ruido… De allí me fui a Galicia, y me pasó algo parecido con otra persona… Una sucesión de frustraciones. Y la frustración es droga pura, para mí al menos: si voy a un lugar y no lo consigo, eso es un acicate para mí.
(…)
Creo que hay una relación muy hermosa entre las ciudades y los carros. Y ahí se produce un cambio, un cambio del paradigma cultural de la escucha. Cuando el motor y la industria llegan a las ciudades, y se convierten en el principal motor económico de las mismas, estos códigos son expulsados. También hay otras cosas, que yo acabo de ver en Brasil, en Trinidad concretamente, en la romería gigantesca que celebran cada año. A continuación deben asfaltar las carreteras, porque los carros levantan el asfalto.
(…)
La industria moldea otro retrato de la ciudad. Y si nosotros hemos aceptado en el siglo XX que haya tráfico urbano las 24 horas del día, probablemente tenga relación con la economía. Ahora vamos hacia otros tipos de modelos económicos y el tráfico urbano comienza a silenciarse poco a poco. Hay un libro clave de Jacques Attali, Ruidos, que aún sorprende, a pesar de estar escrito hace más de 40 años. Cada sociedad será identificada por sus ruidos. Attali es economista y no analiza desde un punto de vista musical o cultural: no, no, lo hace desde un punto de vista económico. Es un libro muy concreto e interesante.
Por tanto, el chirrido del carro de bueyes marca un paradigma: la llegada de la industria. Si no recuerdo mal, fue en 1834 cuando en Bilbao prohibieron el acceso de los carros de bueyes a la ciudad.
Es más, en Roma, en la época de Julio César, la primera política contra la polución sonora se debe al ruido de los carros de bueyes. Y yo no he encontrado la ordenanza, pero sabes de ella si lees a los clásicos: Ovidio, Virgilio… Aparece su impotencia. Escriben por la tarde, al anochecer. No pueden con el ruido de los carros de bueyes y optan por abandonar Roma. Julio César prohibió el acceso de los carros hasta las 4 de la tarde. Es decir, de día la ciudad, la economía, no tenía necesidad de soportar eso. Por tanto, limitaron el horario de los carros.
En Vitoria nos encontramos también con una ordenanza similar (a la de Bilbao). Porque llegaban muchos carros desde la Rioja. Creo que fue Humboldt quien dijo que, debido a ese ruido, no se quedaría a vivir en Vitoria ni harto de vino.
Un carro de bueyes por la Gran Vía de Bilbao
Xabier Erkizia: En el caso de Bibao, me topé con una crónica de finales del siglo XIX donde un carretero, a sabiendas de que los carros de bueyes no podían acceder a la ciudad, entró directamente a Bilbao, fue al ayuntamiento y pagó la multa, una multa de 25 pesetas. Luego se paseó con el carro totalmente vacío por las calles de la ciudad, sin nada que comprar ni que vender, con un punto reivindicativo y de chulería. Será difícil que encuentres alguien más activista que él. Afortunadamente, unos años más tarde, tuve la oportunidad de hacer algo parecido en Bilbao. Costó lo suyo, porque era un encargo de Azkuna Zentroa, pero yo no quería que nadie lo supiera: ni la policía, ni la prensa…
Oier Aranzabal: ¿Te pusieron la multa?
Xabier Erkizia: Me la pusieron. Vinieron los municipales, como escolta, para retirar los excrementos de los animales. Fue muy hermoso todo. Encontré un carro en Lekeitio y lo llevamos a Bilbao en un camión para pianos. ¡Ma-ra-vi-llo-so! Ver un carro de bueyes bajar de un camión para pianos.
Los municipales: Tenemos que dejar el camión para que recoja los excrementos de los bueyes.
Alfonso, el carretero: Eh, eh… Que mis bueyes no cagan. Vienen cagados de casa.
Y fue así: ni mearon ni cagaron en toda la ciudad.
Si ponen un coche de los municipales para recoger la mierda, eso parece una cabalgata de reyes, una comparsa.
Y convencí a los municipales. Afortunadamente, el que estaba al mando, ya en Abando, me dijo: «¡Qué historia tan preciosa! ¿Quieres que te multe? Ja, ja, ja. Pues te multo ahora». Me puso la multa, poniendo la matrícula de su época, y organizó las cosas para que no se viera a la policía en todo el trayecto.
Desviaron el tráfico por Moyua y el carro circuló en solitario por la Gran Vía.
Oier Aranzabal: ¿Y la gente?
Xabier Erkizia: La gente salía del Corte Inglés con el ruido del carro.
Sucedió algo curioso. Yo no sabía que en aquel momento se estaba disputando un maratón en Bilbao. Y si nosotros teníamos que salir a las 12, pues la carrera terminó en el Arriaga a las 11:30, cuando nosotros salíamos de Abando. Fue una casualidad, pero tras el reparto de trofeos, nos topamos con los periodistas que volvían a sus redacciones preguntando «¿esto qué es?», porque «igual va a informativos». La pregunta era «¿por qué?». Y yo les dije que no, que no había nada que decir, que aquello sucedió de aquella manera como homenaje a aquel activista.
Podéis escuchar toda la entrevista aquí: Xabier Erkizia, Barruan gaude.
Podéis ver en acción a Xabier Erkizia en este corte de un minuto y pico en el programa Bigarren Kafea de Naiz Irratia.
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Subido originalmente al blog Pedradas en las Voces Amigas de Javier Ortiz: El ruido de los carros de bueyes.