El viernes me encontré con Tomas. Su cumpleaños fue el jueves. Se jubiló hace cinco o seis años y ahora está metido de lleno en labores relacionadas con Zaporeak. Me contó que estuvo en Lesbos en mayo y que volverá en julio.
No hablamos de la situación que viven allí las personas refugiadas, pero otras muchas veces sí que lo hemos hecho, y ya sabemos, o podemos intuir, que la situación es complicada.
En casa, la prensa local se ha encargado de sacarle los colores a la Policía Nacional por una nota interna. Ofrecía días festivos a los policías según el número de migrantes detenidos en Irun. El delegado Denis Itxaso salió rápidamente a los medios para anular la orden, pero ya era tarde: la nota tuvo eco en la prensa internacional.
Por cierto, en la Ertzaintza las aguas también bajan revueltas, pero es por otra razón y no tiene que ver con lo que quiero contar hoy.
Los próximos días seguro que se hablará de las personas migrantes. Dejando a un lado la solidaridad, y aplicando un punto de vista estrictamente egoísta, sabemos que serán necesarias los próximos años.
Pero desde el punto de vista solidario, esta semana ha llamado la atención, por lo menos en mi círculo, una noticia sobre los envenenamientos de niñas en colegios de Afganistán e Irán.
Unas horas antes de leer esto, había comentado con Felip la situación de una madre y de una hija que llegaron a Barcelona en diciembre de 2021. Varios meses antes, F y H se escaparon de Afganistán a India. ¿La razón? Las palizas que les daba el marido de F, padre de H.
Llevan ya año y medio viviendo en Cataluña. Mi colega me envió una foto donde aparece una niña feliz. El mensaje decía que había tomado la imagen nada más salir de la biblioteca. Aparece en el aire, porque la cámara la ha capturado dando un salto. La sonrisa es de esas de oreja a oreja, la mirada limpia, con chispa.
Le pregunté qué tal estaban. La hija va rápido y se está integrando bien. A la madre le está costando, su proceso es más lento. Tienen problemas económicos, pero también una red de apoyo, y estoy seguro de que saldrán adelante. Conviene precisar que el Estado español deja en manos del tercer sector la acogida y protección de las personas refugiadas. Y la situación no es de color de rosa precisamente.
Sin embargo, hoy solo quería resaltar esto: una niña radiante en la puerta de la biblioteca.
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