El 28 de agosto enterramos a nuestro Tio Periko en el cementerio de Irun. El 5 de diciembre he recibido un documento que así lo señala. Mientras tanto, hemos pasado varias semanas intentando conseguirlo.
Irungo udal hilerria: zerbitzu publikoa zer den ez dakien gerentea, apunte hau euskaraz.
El 25 de agosto murió nuestro Tio Periko, el hermano pequeño de nuestra madre. Tenía 81 años. Sus más cercanos decidieron incinerarlo y enterrar sus restos en el panteón que tenemos en Irun, aceptando la propuesta de nuestra madre.
En dicha sepultura hay varios restos de familiares, porque nuestros padres adquirieron un panteón hasta el año 2037, si no recuerdo mal. El titular era mi padre, pero lo tuvimos que poner a mi nombre cuando él murió en el 2013, porque no se podía poner a nombre de nuestra madre.
Tanto por teléfono como en persona, los días 26 y 28 de agosto fuimos atendidos muy bien por los trabajadores del cementerio. No tenemos ninguna queja con respecto a ellos.
El día 28, a eso de las 11:00, enterramos a nuestro tío. Pasé un poco antes por la oficina, entregué los papeles que me pidieron, firmé lo que me indicaron, y pagué inmediatamente con una tarjeta de crédito las dos facturas que emitieron.
El acto en sí transcurrió según lo previsto. Estuvimos la gente más cercana y nosotros acudimos porque era una persona querida para nuestra madre, nuestras parejas, mi hermano, y yo mismo.
Mi hermano necesitaba un justificante para el trabajo. Pensamos que lo conseguiríamos inmediatamente y no nos movimos con celeridad. Un fallo por nuestra parte.
Subió a mediados de octubre al cementerio (Blaia está en la subida hacia el monte San Marcial). Nos pusieron pegas para conseguir el justificante inmediatamente (le dijeron que no daban justificantes para el trabajo), y tuvimos que rellenar una instancia que firmé yo como titular, a finales de octubre.
Pasaban los días y las semanas y no conseguíamos el papel de marras.
Mi hermano volvió a subir al cementerio y, finalmente, el 24 de noviembre me llamó una persona por teléfono (luego he sabido que era el gerente Javier Mitxelena) preguntando por el motivo de la petición. Si era por cuestiones laborales. Le respondí que sí. Me dijo que me enviaría el documento por correo postal a mi domicilio de San Sebastián. Le dije que teníamos prisa. No me dio ninguna otra opción. Nosotros estábamos dispuestos a ir a buscarlo.
Pasaba el tiempo y el 5 de diciembre, por la mañana, llamé por teléfono y no conseguí hablar con Javier Mitxelena. La administrativa me dijo que no estaba en la oficina. Me confirmó que el documento se envió por correo la semana anterior. «Qué día», le pregunté. El viernes, 1 de diciembre.
«Me parece inaudito» me salió desde dentro. Necesitaron una semana más para poner el papel en el correo. Una semana cuando habían pasado varias sin hacer nada.
Ese día llegó la carta a San Sebastián, el 5 de diciembre. Abrió la carta mi mujer y los datos eran incorrectos: habían confundido la fecha del fallecimiento con la fecha del entierro.
Volví a llamar por teléfono y la administrativa me confirmó el error: que el entierro tuvo lugar el 28 de agosto. Lo corrigió y media hora después tenía el nuevo documento en la bandeja de mi correo electrónico.
No entiendo cómo un gerente que dirige un servicio público pude poner tantos obstáculos para realizar un trámite tan sencillo. No me entra en la cabeza.
Este proceso me parece inaudito y por ello quiero darlo a conocer a través de estas líneas.
También se lo haré llegar por correo electrónico a las concejalas y los concejales del Ayuntamiento de Irun que forman parte del Consejo de Administración de Blaia.
Recuerdo que de niño, cuando fui a mi primer entierro (creo que de mi abuela), una de las cosas que me sorprendieron y me golpearon fue el contraste del dolor de la familia con el proceder cotidiano de los enterradores. Con el tiempo comprendí que para ellos es un trabajo pero no deja de ser una situación jodida, ya siento que tu hermano y tú pasarais por eso y lo de ese gerente, desde luego, no tiene nombre