Todo esto me ha venido a la cabeza por un tuit que he leído esta tarde: los precios astronómicos de las viviendas turísticas en sanfermines.
Vamos a hacer obras en casa. Mejor dicho: estamos de obras en casa. Porque empezamos en febrero, pero lo gordo viene ahora: nos vamos un mes fuera en abril.
Etxea opari, apunte hau euskaraz.
Comencé a mirar en un portal digital qué posibilidades había de alquilar durante un mes. Busqué, pero no encontré nada.
En otro portal busqué habitaciones de hotel y similares.
Finalmente, nos ofrecieron una vivienda turística en el barrio a 3.000 euros el mes. Precio turístico con una pequeña rebaja. Era un piso que estaba bien, pero no era tampoco la octava maravilla.
En 2009 pasamos un mes, por esta época, fuera de casa. Entonces lo alquilamos a través de una agencia. Comisión incluida, no pagamos 1.000 euros.
Ahora pagaremos más o menos lo mismo, pero porque un amigo nos hace precio con su casa.
Me he acordado de esto tras leer este hilo de Dani Burgui:
Dos entrevistas
Hace un par de semanas, Jon Artano entrevistó a una señora de Ahetze. Creo recordar que tenía 81 años y se presentó como Amelie. No quiso dar su apellido. Levantó su casa (Txikixo) en el terreno que le cedieron sus padres y ahora se lo ha vendido a una entidad pública para construir viviendas sociales por un precio cuatro o cinco veces inferior al valor de mercado. Lo hace porque estamos perdiendo el oremus, dice.
La segunda entrevista también la escuché en Euskadi Irratia. Fue el viernes pasado. Ahí también hay una casa, un caserío, que muestra el camino, Pikunieta. Y una pastora: Josebe Blanco charla con Arantxa Iturbe.
Rumiando.
Una locura que no parece tener fin y que, cuando lo tenga, supondrá otro desastre social como la última vez…