Amona Ramona eta amona Joakina, apunte hau euskaraz
El primer sábado de este año estuve en casa de mi madre y se empeñó (lo cual agradecí) en ver las fotos familiares. Puse especial atención en las fotos de su madre (Joakina) y de la madre de mi padre (Ramona).
Amona Ramona
Nacida en Irun en 1899, tuvo su primera hija en 1920. El padre era un hombre de Oiartzun, su novio de entonces. No sé el motivo por el cual tuvo que cruzar la frontera. En la familia se cuenta que la abuela enseñaba la criatura al padre en un punto de la muga donde el hombre podía verla.
Así las cosas, Ramona comenzó una relación con un viudo que tenía tres hijos. Mi bisabuela le debió de decir: «Errukituko haiz» («Te arrepentirás»).
Se casó y tuvieron cuatro hijos más. El último fue mi padre, nacido en abril de 1932. A los quince días murió mi abuelo.
Ramona se quedó con ocho críos. Cinco suyos, tres de su pareja.
Estos tres se fueron con la familia del muerto. Hay quien dice que fue mi abuela quien los llevó, otros dicen que fue la familia quien dio el paso porque no estaba muy a gusto de cómo los trataba mi abuela (comida, etc).
Mi padre y el resto de hermanos y hermanas no tuvieron relación con aquellos tres hermanastros, aunque algunos vivían en el mismo pueblo.
Llegó la Guerra Civil e Irun cayó a comienzos de septiembre en manos de Franco.
Sé muy poco sobre su vida aquellos años, pero mi madre me contó que le raparon la cabeza a la abuela.
Se volvió a casar: con un hombre que trabajaba de criado en un caserío cercano. Si mis datos y mis cálculos no son erróneos, este hombre era diez años más joven que ella. Debió de quedarse embarazada, pero perdió la criatura.
Y volvió a enviudar. Su pareja murió en 1951 a los 41 años. La abuela tenía 51-52.
Sé que Ramona se dedicó al estraperlo (contrabando), porque en el caserío almacenaban café, por ejemplo. Uno de mis tíos, algo menos mi padre, se dedicó a eso que llamaban trabajo nocturno (gaulana, en euskera).
No he dicho que la abuela tenía un puesto en la plaza de Irun. Imagino que llevaría allí los productos de la huerta del caserío. Debió de ser bastante conocida.
Murió en agosto de 1971, cuando yo tenía tres años. Se debió de enfadar con una nuera y cuando esta vino a hacer las paces, Ramona se emocionó… y murió.
Tengo guardada una única polaroid en mi cabeza. Estoy de pie en una fregadera de la cocina, ella me sujeta para que no me caiga. Miro por la ventana como mis padres entran en un coche. Les digo adiós.
Cuenta mi madre que de crío no dormía de noche (lo hacía de día) y ellos descansaban entre poco y nada. Cuando mi madre se levantaba para hacer las faenas caseras, me llevaba a la cama de la abuela. Su saludo era este: «Akabo nire loak! Ume puta hau!!!» («¡Se acabó el dormir con este puto crío!»).
Ja, ja, ja. ¡Qué personaje!
Amona Joakina
En las fotos que revisé con mi madre, la abuela Ramona aparece siempre haciendo el gamberro en las bodas de la familia: enseñando una copa o una botella de cava, agarrando un cigarro o un paquete de tabaco, besando o arrimándose bien a alguien.
Mi abuela materna, sin embargo, apenas aparece en los álbumes de casa. Le pregunté a mi madre el motivo y me dijo que no fue a ninguna de las bodas de sus hijos. Y claro, en aquella época, las bodas eran el photocall familiar.
Ya he dicho que me gustaba la juerga nocturna cuando era muy crío. A medida que ganaba autonomía, me facturaban al caserío materno. Todos a gusto (era el primer nieto) y yo más que nadie.
Una polaroid en mi cabeza. En la parte de abajo del caserío había un anexo para lavar la ropa. Un día que la abuela estaba lavando, me entró un apretón y planté el pino allí mismo. Al rato apareció por allí una tía mía y le dije que la autora era mi abuela, aprovechando que ella no estaba presente.
El abuelo murió en 1973 (yo tenía cinco año) y solo tengo un recuerdo suyo: yo mirando cómo araba la tierra con una pareja de bueyes (¿o eran vacas?).
Con la abuela vivía su hermana Joxepa, así como sus dos hijos mayores (solteros). Las dos hermanas no se separaron nunca. Pasaban demasiado tiempo solas en un caserío que estaba demasiado alejado del pueblo y los cuatro se trasladaron a mi barrio a finales de la década de 1970.
Hasta 8º de EGB (creo que ahora es 2º de ESO) mi escuela estaba pegada a la casa de mi abuela y yo pasaba mucho tiempo allí. Muchas veces incluso dormía con ella. Cuando acabé la EGB, me fui al Instituto de Irun y me alejé de mi abuela.
A mediados de la década de 1980, su hijo más joven (el primer día de este 2021 ha cumplido 80 años) se fue con su mujer y sus tres hijos a vivir con ella. Tocaba que alguien la cuidara.
Joakina murió en junio de 1991, la víspera de San Juan. Yo estaba metido de lleno en los exámenes finales de 5º de Derecho. Tenía 85 años.
Siempre la conocí trabajando, entregada a los demás.
Ahora se me pasa por la cabeza qué sentiría cuando dejó el caserío y se trasladó a pasar los últimos diez-quince años de su vida en un bloque de pisos de cuatro alturas, ocho viviendas en total.
Dedico a mis abuelas Ramona y Joakina, así como a mujeres como ellas, la canción que Ruper dedicó a sus abuelos, «Aspaldian».
Subido originalmente al blog Pedradas en las Voces Amigas de Javier Ortiz: Ramona y Joakina, mis abuelas.