Nork akabatu du Txanpuene baserria?, apunte hau euskaraz?
Una de las pocas cosas buenas que nos ha traído la Covid-19 es que, a fuerza de pasear, estamos metiendo el morro en sitios más o menos escondidos de nuestros alrededores. Hace algo más de un mes, un día domingo, di una vuelta con Gorka Julio por Donostia.
Gorka me enseñó dónde estaba la entrada a la finca Arbaizenea de la familia de la Duquesa de Alba. Al lado está (lamentablemente tendremos que comenzar a decir ya estaba) el caserío Txanpuene. Sabía, más o menos, por dónde caían ambas, pero por una u otra razón no me había acercado nunca.
Esta misma semana se encendió el piloto nuevamente. En concreto, la luz roja. El periodista Mikel Elkoreberezibar fue uno de los que puso el foco. Este viernes por la tarde vino la mala nueva: estaban derruyendo el caserío. Porlanak 300 urteko historia estaliko du dice la noticia firmada por Elkoroberezibar. En castellano, el cemento enterrará una historia de 300 años.
Allá por mayo de 2016 Nerea Lizarralde entrevistó al arrendatario Iñigo Etxabe y a la vecina del barrio Mireia Mochales. La familia Etxabe lleva 150 años siendo arrendataria, pero eso no da derecho a seguir siéndolo.
Me ha venido a la cabeza la edición correspondiente al año 2010 del Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián, la última dirigida por José Luis Rebordinos. Proyectaron entonces la película «Bil’in My Love». Si entráis en el enlace, veréis que me cabrée bastante con la reacción de algunas personas del público. Pero eso no es lo que hoy pretendo destacar.
Shai Carmeli-Pollak es un activista israelí que el año 2005 se fue al pueblo de Bil´in (Cisjordania) a filmar lo que estaba sucediendo mientras el Estado israelí construía el Muro. Como en muchos otros sitios, los lugareños se organizaron para luchar contra esa injusticia que hacía que pueblos y familias quedaran divididos e incomunicados.
Lo que hoy quiero destacar es la escena con la que arranca la película: un agricultor palestino se vuelve loco mientras ve cómo se llevan por delante sus olivos.
Ese dolor se me hace muy cercano. Hace unos veinte años echaron abajo el caserío natal de mi viejo. A mí me pilló más joven y despreocupado, pero mi madre siempre dice que aquel hecho cambió el carácter de mi padre. Y que eso hizo que enfermara.
En la entrevista de 2016, Iñigo Etxabe dice que los primeros tambores sonaron allá por el 2005. Es decir, llevan 15 años peleando. Hay una sentencia de Rafael Chirbes que dice que toda persona tiene la obligación de mantener el mal a la puerta de casa, aunque sólo sea durante cinco minutos. La familia Etxabe ha aguantado años al pie del cañón. Mi reconocimiento y mi solidaridad desde aquí. Si tienen personas mayores en casa, que las cuiden con especial mimo. Porque les costará recuperarse.
Y esto nos interpela a nosotros como sociedad, pueblo o lo que seamos: ¿quién acabó con el caserío Txanpuene?
Hay una canción de Bob Dylan de 1963 que Javier Ortiz citó en una columna publicada en El Mundo en 1997 (¿Quién mató a Diana Moore?). La canción se llama Who Killed Davey Moore? (¿Quién mató a Davey Moore?) y Dylan la compuso tras la muerte de un boxeador en un combate.
Siguiendo el esquema dyaniano, todos tenemos excusa: el árbitro, el público, el representante, la prensa deportiva, el otro boxeador (Sugar Ramos)…
Pero la cosa es que Davey Moore murió.
Cuando la gente poderosa se agarra al clavo ardiendo de que «algo es legal», normalmente obedece a que se le ha terminado la panoplia argumental.
Quiero dedicar este apunte al periodista Alfredo Grimaldos, que ha fallecido hoy.
Subido originalmente al blog Pedradas en las Voces Amigas de Javier Ortiz: ¿Quién acabó con el caserío Txanpuene?