Esta mañana de domingo lluvioso me he levantado más tarde de lo habitual. Mientras desayunaba, he sintonizado Euskadi Irratia en la radio de la cocina. Amarauna ha arrancado con un reportaje sobre personas sin hogar.
Los Ayuntamientos de Bilbao y de Vitoria-Gasteiz han decidido poner unas vallas para impedir el acceso a las personas que dormían en las canchas del barrio bilbaíno de Atxuri y en los alrededores del Conservatorio de Vitoria. Ese ha sido el primer reportaje matinal.
Luego el marroquí Jauoad nos ha contado cómo han conseguido recaudar con bastante rapidez el dinero necesario para repatriar el cadáver de un senegalés de 59 años muerto recientemente en Irun. Se llamaba Moussa y debía de parar por la zona de Ficoba. Su intención no era cruzar la frontera. Han dicho que era una buena persona, que normalmente se guardaba y repartía la mitad de lo que recibía entre personas que estaban aún en peor situación.
Me ha dado que pensar el compromiso y la ética de este hombre.
Y he recordado que un amigo nos pidió 50 euros como referencia para una colecta reciente. Nos juntamos unas cuarenta personas y recaudamos el dinero con relativa facilidad. Para gente como yo eso es lo que te vas a gastar en una comida en un restaurante un domingo cualquiera. Pero entre las personas participantes había una cuya situación era bastante más precaria. Y puso 30 euros. Nuestra impresión fue que esa persona, proporcionalmente, había puesto más que todas las demás juntas.
Para muchas personas vivimos en un infierno. Y sí, hay muchas cosas manifiestamente mejorables, pero todavía hay migrantes que quieren venir aquí en busca de un futuro mejor.
Es el caso de Carmen, quien llegó hace varias semanas a Grecia. Hizo un par de intentos para volar desde allí a Barcelona, pero la policía y el personal aeroportuario frenaron su sueño.
Esta misma semana hizo una tercera intentona, esta vez en autobús, pero la policía le echó el alto cerca de la frontera con Bulgaria. Y ahí empezaron los problemas.
Porque el contacto con la familia se volvió intermitente, ya que la policía la cambió varias veces de sitio y en esos traslados le quitaba el teléfono móvil. Añadamos a eso que Carmen no habla griego.
Tras dos o tres días bastante malos, finalmente han conseguido contratar los servicios de un abogado de confianza, y parece que las cosas comienzan a enderezarse, pero eso se sabrá el lunes. O sea mañana.
El primer objetivo es arrancarla de las garras policiales y conseguir que vuelva a ser libre.
Luego ya se verá.
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