El pasado lunes 25 de abril estuve en la presentación del libro «Desde el otro lado» en Okendo Kultur Etxea. Es el libro más reciente de Bernardo Atxaga, y reúne cuatro narraciones del escritor de Asteasu. Presentó el libro acompañado de un viejo amigo suyo, también mío, como es Jabier Muguruza.
Creo haber escrito por aquí, dicho seguro, que me da igual de qué tema hable Atxaga: a mí me gusta escucharle. Aunque no esté de acuerdo con lo que esté diciendo.
Me voy a centrar en el turno del público. Dieron la oportunidad de que los allí presentes hicieran sus preguntas. Creo que hubo cuatro o cinco personas que intervinieron. Todos ellos eran hombres. Cada vez tengo más reparos a dejar abierto el micrófono después de un acto de estas características: normalmente hablamos los tíos, nos gusta lanzar algo que hemos preparado previamente o que se nos ha ocurrido allí mismo pero que nos parece muy interesante para los allí presentes, y no hacemos preguntas (buscamos que el escritor apruebe nuestras afirmaciones). En este caso, sólo uno lanzó una pregunta sin mayores preámbulos.
Levantó la mano un jesuita. Lo sé porque se presentó como tal, aunque tampoco fuera muy complicado deducir su condición después de su intervención.
Nos hizo partícipes de su preocupación por la desaparición de la figura de Ignacio de Loyola de la vida pública. Como muestra, un botón. Debió de pasearse por los puestos que las librerías montaron el 23 de abril, Día del Libro, en la plaza Gipuzkoa de San Sebastián. Allí donde hizo sus consultas, nadie tenía a mano un libro sobre el de Azpeitia. Le preguntó a Atxaga qué le parecía esto.
Atxaga le respondió en un primer momento que un amigo suyo comunista le había dicho unos días antes lo mismo sobre el comunismo. Más adelante le dijo que quizá en una época pretérita la relevancia de San Ignacio fuera excesiva y ahora las aguas habían vuelto a su cauce. Añadió que el cineasta Imanol Royo ha hecho una película sobre el de Loyola. Y alertó sobre la rápida desaparición de algunos ismos. Más o menos.
Un amigo mío suele decir que cuando era joven pensaba que todo el mundo era como él. Hasta que ya talludito se dio cuenta de que en el mejor de los casos las personas como él no eran más del diez por ciento de la población.
A fin de cuentas, la normalidad la marcas tú.
Norberak markatzen du normaltasuna, apunte hau euskaraz.