Telefonoz deitzen duen jendea, apunte hau euskaraz.
Hay dos tipos de personas: las que llaman por teléfono y las que no. Yo soy del primer tipo y creo que en estos tiempos pandémicos es muy importante hablar y escuchar a otras personas cercanas. No os digo nada ya a las personas mayores solas.
No descubro nada si digo que la pandemia ha traído cambios. Alguno puede que hasta bueno. Por ejemplo, yo ahora paseo más que antes.
Cuando salgo en solitario tengo tres planes.
El primero es hacerlo sin ningún aparato a mano. Básicamente, sin Google.
El segundo consiste en escuchar podcasts.
Y el tercero da nombre a este apunte: llamar por teléfono a amigas y amigos.
Bonus track: una mezcla de los dos últimos.
Hay muchas formas de saber de los demás, pero no es lo mismo enviar mensajes utilizando alguna aplicación que escuchar a la otra parte de viva voz.
Hace unos días, por ejemplo, una persona conocida que vive al otro lado del Atlántico nos envió una nota de voz en un concurrido grupo de WhatsApp. Era algo superior al minuto, pero algunos nos quedamos preocupados. Porque el tono de ánimo era más bien bajo. Y eso no se lo habíamos pillado en los mensajes escritos.
En mi caso, la costumbre de hablar por teléfono es algo que me viene de mi madre. He recibido en herencia parte de su lado más social. No me acerco a su nivel, porque ella es un nodo familiar: le gusta estar al tanto de cómo está la familia en sentido amplio.
Mi padre no era así. Recuerdo que cuando ambos salían de paseo, mi madre se paraba a hablar con mucha gente. Mi padre saludaba y continuaba la marcha… para detenerse 50 metros después a esperarla.
Recuerdo cuanto el teléfono entró en casa. Me ha venido a la cabeza el numero 615560. Sería a comienzos de los años 80.
Quienes vivisteis aquellos años sabéis perfectamente que el coste de la llamada era algo a tener muy en cuenta. Es difícil de explicar en estos tiempos de tarifa plana. Peros las y los jovenzuelos teníamos a nuestros viejos por detrás en cuanto una conversación se alargaba más de lo debido. Porque te podías dejar allí un riñón.
Esta idea de llamarse por teléfono me vino en la presentación del libro «Absolución» de Rafael Berrio. Ranedo lo pilló al vuelo y lo convirtió en tuit.
En estos tiempos en los que tendemos a aislarnos más de la cuenta, es muy pertinente saber de los demás.
Llamad a las amistades, copón. ¡Y no digamos ya a madres, padres, abuelas y abuelos!
He hablado más arriba de Rafael Berrio. El sábado se presentó en Tabakalera un libro póstumo que recoge sus letras y que se titula «Absolución». En la cadena de tuits que va al final, aparecen un par de vídeos cortos del acto.
Además, la víspera se publicó un EP con tres canciones. Las podéis escuchar también aquí debajo.
Me dicen que se van a organizar más actividades los próximes meses: una exposición, un concierto bastante majo…
Subido originalmente al blog Pedradas en las Voces Amigas de Javier Ortiz: Gente que llama por teléfono.
Los emails, los sms e incluso las fotos digitales todo a través de máquimas es algo muy artificial, frío, incomparable con el sonido de la voz desde un teléfono o una carta escrita a mano expresando y comunicando una letra personal. Todo esto últinmo despierta sentimiento, puede conmover, alegrar e incluso hacer tristeza, pero su comunicación es más humana, más directa, más fresca.
Algunos dirán que depende del uso, pero las pantallitas tienden a mantenernos encerrados y a mirar el mundo en el que vivimos de una forma muy apartada, muy lparcial, lejana de la cambiante realidad en que vivimos. Contemplar un paisaje, sentir el sonido de la voz de los pájaros, de las gotas de lluvia golpeando el suelo, oír el azote del viento a través de las ramas de los árboles y la caída de sus hojas, los relinchos de los animales; observar un cuadro, acercarte a sus trazos de pintura, ver el juego de sus colores, la línea o el perfil de sus figuras; admirar la grandeza de un acueducto romano, de unas termas, de una catedral, andando y viéndola en vivo…
Nada tiene que ver con lo que te ofrece una pantalla, y aún menos si perm,anecemos confinados entre paredes.