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Anari y esta involución que nos está tocando vivir

Publicado el 22/07/2024

A comienzos de abril, la plataforma EITB Podkast publicó una extensa charla entre Ekain Perez y Anari. Fue un encuentro de más de dos horas y media donde, con la excusa de la publicación este mismo 2024 del disco Giza zarata, Anari charla con el presentador de temas diversos.

Anari, atzera eta atzorantz nahi duen munduaren kontra. Testu hau euskaraz.

La cantante de Azkoitia también puso música. Eligió siete canciones a petición del programa:

  • Ginger: Ixo.
  • Verde Prato: Lagunen kanta.
  • Benizze: Urrea, intxaurrak eta txanpaina.
  • Lukiek: Eroan zaitue.
  • Olaia Inziarte eta Olatz Salvador: Behe klasekoa.
  • Monsieur leCrêpe: M.L.C.
  • Zetak: Zeinen ederra izango den.

Cuando va ya hora y cinco minutos de conversación y música, de música y de conversación, Ekain pincha Kontinente zaharra.

Le pregunta sobre ello. El original es en euskera y aquí lo he traducido yo al castellano:

Los derechos no son eternos

Ekain Perez: (…) La verdad es que las ideas del viejo continente están quedando cada vez más obsoletas en esta sociedad que tenemos por moderna, ¿no?

Anari: Sí, ¿no? Un mundo que quiere ir hacia atrás y hacia el pasado. Tenía esa idea desde el principio: seguramente la idea sería la del búnker. Y luego todas esas capas que tenemos fuera del búnker, esas que se van abriendo como si fueran capas de una cebolla: la capa sociopolítica, las capas militares, policiales, etcétera.

Y probablemente la clave está en la última escena: qué puede ser más hermoso que una playa en la que se está poniendo el sol, un mar que a ti te parece infinito, y nuestro búnker íntimo. Pongamos por caso la playa de Hendaia. Sales de allí y ves, una calle más allá, a varios migrantes, personas que no pueden cruzar los puentes ni transitar los caminos, y que están muriendo en los ríos, y cómo nosotros nos creemos libres. No creo que esté inventándome nada con esta tesis; quería hacer una descripción por capas sobre nuestro búnker, una especie de celofán.

Al hilo de este tema y de los derechos, la perspectiva temporal crea unas parábolas que no esperabas.

Ideológicamente, yo no soy de la Guerra Civil: nací en tiempos de Franco, pero cuando Franco muere, yo tenía cinco años. Por tanto, se puede decir que soy del postfranquismo. La generación anterior echó abajo muchas puertas de hierro. Y diría que, junto con la sociedad, hemos hecho un recorrido político y social donde se han conseguido derechos. Y hemos aprendido mucho. Nosotras también hemos crecido en una época política muy dura: los tiempos de ETA y de la lucha armada, y todo lo que vino después.

Luego, personalmente, en mi cuerpo, está el camino de la homosexualidad. Es decir, diría que hemos recorrido un camino en el que se conseguían cosas, eran tiempos de apertura, y ahora tenemos este giro dramático y penoso que nos lleva a la involución.

Hablando de estas cuestiones, seguramente siempre habremos sido racistas, pero al menos habíamos llegado a lo políticamente correcto. Ahora mismo no, pero yo me dedico a la enseñanza, y a mí me da lo mismo qué piense un alumno o una alumna, pero no lo puede decir, aunque lo piense. No tienes derecho para decir eso. Para que el mundo avance, no hay por qué decirlo todo.

Y ahora he visto ese choque en la juventud. Le dije a un alumno de doce años: “Tú de mayor vas a votar a Vox” (en castellano en el original). Tenemos alumnos de Vox de 11 y 12 años. Y qué decir del feminismo, las feminazis, etcétera.

Ataques homófobos contra el profesorado, siempre contra el alumnado. Y esta es una sorpresa muy negativa. Santiago Abascal bebe de las ideas del viejo continente y también de la xenofobia.

Como he dicho, ese mundo que quiere ir hacia atrás y hacia el pasado. No sé exactamente hacia dónde, pero todo ello viene del descoloque del hombre, del hombre blanco, sea rico o pobre. Y sí, resulta desesperante.

La realidad de vivir épocas distintas en el mismo tiempo

Ekain Perez: Puede que nos metamos en aguas revueltas, pero cada vez es más complejo en esta vieja Europa el debate o el análisis sobre lo individual y lo colectivo. Muchas veces se nos llena la boca hablando de las ventajas de lo colectivo, pero si el colectivo que defendemos se nutre de pisotear otros colectivos o individuos, ¿qué estamos defendiendo?

Anari: Sí, eso que se llama la interseccionalidad. Creo que el feminismo y el transfeminismo son los movimientos más interesantes a la hora de aportar a la sociedad pensamiento.

Y yo la interseccionalidad la he aprendido a través de esta vía. Y creo que se le reconoce poco, y que los hombres le reconocen poco a muchos temas que ha sacado a la luz el feminismo.

Volveré a referirme a mí misma, pero en el libro que publiqué el año pasado (Gari eta goroldiozko) hay una escena donde quería expresar esa realidad de vivir diferentes épocas en el mismo tiempo. Muchas veces son costumbres, muchas otras es ideología, otras muchas te la imaginas como una cuestión de tiempo.

La enseñanza me ha dado muchas veces ese punto de vista. Imagínate un pastor de diez-once años que ha venido de las montañas de Pakistán. Un alumno me dijo en una ocasión que era pastor de búfalas. Vino de allí con once años.

Le pregunté de qué pueblo era. Puse el nombre del pueblo en Google Earth y fuimos a ver lo que había. ¡Flipó! Veía la escuela, veía el pueblo… Aquello era impresionante para él.

Mi sensación era que ese niño, sus hermanas y sus primos habían dado un salto de casi dos siglos en las dos últimas escaleras del avión. Te da la sensación de que vivimos personas de épocas diferentes en el mismo tiempo, en el mismo minuto.

Luego, ese alumno me dijo que su verdadero deseo era enrolarse en Al Qaeda. La época de Al Qaeda era allá por el año 2010, cuando luchaban contra nosotros. Y hablé mucho con aquel crío.

Para mí, si la enseñanza significa algo, significa vida. Y me gusta porque estás totalmente pegado a la vida, a la sociedad.

Todo eso es la interseccionalidad.

El fascismo en la publicidad

Ekain Perez: Citas las cámaras de vigilancia, las policías de Schengen, dices que Europa se ha convertido en una isla blindada. Ahí se puede abrir otro debate gordo: el equilibrio entre seguridad y libertad. Parece que a cambio de una nos quieren quitar la otra. Es decir, como solución de la ración compartida de miedo, nos ofrecen la promesa de seguridad en unas ciudades vigiladas con cámaras, todo ello a cambio de tener menos libertad.

Anari: Sí, también vivimos en esa paradoja. Es increíble. El otro día escuché en nuestras radios esa publicidad que también es fascismo puro, publicidad sobre las cámaras. “En mi casa de la playa he puesto no sé qué para que no entren los okupas”. Realmente esa publicidad tenía todo el ideario. “He contratado esta cámara para sentirme segura cuando en verano vaya a mi otra casa. Te llaman en no sé cuántos segundos”. Esa cuña publicitaria encerraba toda una tesis.

Eso es paradójico, y más en el caso de las mujeres. Porque, al menos yo, me siento más segura en zonas vigiladas. Y ahí el nudo es doble.

Es mejor escuchar con su propia voz a Anari que leerla. Toda la charla lo merece (en euskera en el original).

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